Con esas contundentes palabras nos exhorta el Papa Francisco a no conformarnos con lo recibido y emprender con valentía y decisión una nueva etapa en el anuncio del Evangelio; es decir, en la verdadera militancia y el compromiso cristiano. Ya no sirven los viejos moldes y hemos de empeñarnos en re-crear casi todo en la Iglesia para poder así mantenernos fieles y conservar lo único genuino e imprescindible: el anuncio liberador de Jesús, su convocatoria a otra forma de vida, cuyo fundamento y garantía es la misericordia y el perdón divinos, revelados por medio de Él a toda criatura.
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.”
Dicho de forma radical e imperativa: nuestro compromiso personal y el rumbo de nuestra comunidad, de nuestra parroquia, están convocados por el Papa a una renovación radical, a cambiar obligatoriamente de perspectiva. Porque con frecuencia hacemos un tabú de ciertas actividades y planteamientos pastorales heredados considerándolos inamovibles y fundamentales, cuando la realidad es que surgieron en unas circunstancias concretas y en un tiempo y una sociedad que en nada se parece ya a la nuestra.
El Papa Francisco nos lo recuerda y nos urge: hemos de ser imaginativos, innovadores y creativos. No por simple afán de cambio, sino para recuperar la capacidad de convocatoria del evangelio, la genuina predicación de Jesús con toda su vitalidad y lozanía. Su anuncio lo sitúa Él mismo en la perspectiva del Reino de Dios y en un horizonte dinámico y de plenitud de vida, sin reducirlo nunca a lugares y tiempos concretos, a cuestiones meramente doctrinales, o a cuestiones cultuales y litúrgicas. Una comunidad de discípulos requiere mucho más, y exige dotarse de un dinamismo y de una actividad renovadora continua y permanente, reinventando cada día los modos y los métodos de incorporar a los bautizados por medio de la catequesis, de acompañarse mutuamente y progresar sin descanso en la profundización de una fe compartida, de ser creativos e imaginativos a la hora de celebrar los misterios profundos, cuyas líneas maestras marca la Iglesia universal para todas las comunidades, pero cuya adaptación a la realidad concreta y al momento actual es necesaria e irrenunciable, obligación y responsabilidad de todo cristiano consciente y comprometido.
El Papa Francisco, sin pontificar, nos lo pide con sencillez e ilusión:
Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una “simple administración”.
Desde esa perspectiva, y sin más pretextos ni tardanza, empeñémonos en ser renovadores de nuestra iglesia, recuperadores de la utopía cristiana rescatando el evangelio.