La vida cristiana es lo opuesto al conformismo. No solo al conformismo mundano; sino también, y con mucha más radicalidad y contundencia, es lo opuesto al conformismo religioso, a la aparente seguridad de "hacer lo de siempre y como siempre". Por esa actitud aparentemente ortodoxa y pretendidamente fiel es realmente la consecuencia (consciente o inconsciente), de miedo a un seguimiento comprometido y militantes audaz y arriesgado como nos pide el Evangelio.
El testimonio cristiano tampoco puede caer (como nos ocurre con tanta frecuencia, ya que constituye una de las más sutiles y engañosas tentaciones de los cristiano "comprometidos" en exhibicionismo, en populismo y folcloradas. Ni en aran de protagonismo y de influencia social. También el Evangelio se opone a estos comportamientos, cuya promoción nos hace caer en el falso orgullo, la vanidad, la autocomplacencia o la simple celebración festiva sin autentico horizonte cristiano ni exigencia evangélica.
Cuando en algún lugar se establece una comunidad "pública" cristiana, en una parroquia, no se pretende simplemente erigir un lugar del culto o inaugurar un espacio más próximo en el que reunirse y celebrar los sacramentos, sino que se está anuncian o el Evangelio, una buena noticia: la convocatoria de Jesucristo a caminar juntos constituyéndose en "Iglesia local" dentro de esa red universal que forma la Iglesia como espacio de presencia de Dios en el mundo.
La parroquia debe manifestar, pues, una comunidad viva cuyos miembros caminan juntos (por proximidad geográfica, vecindad, o por afinidad personal y vinculación afectiva), compartiendo el horizonte del Evangelio y constituyéndose en estímulo y ayuda mutua para salir de su individualismo y de un compromiso exclusivamente privado y llegar a ser auténticos discípulos; es decir, no meros seguidores de Jesús en la distancia y en la pasividad, sino miembros vivos de la comunidad que Él quiso fundar para trasparentar la voluntad de Dios, su presencia y su bondad. Todo lo demás, por necesario en iml`rescindible que nos parezca (y realmente puede serlo en un momento determinado o en unas circunstancias concretas) es invento nuestro, siempre provisional y precario.
Caminar juntos porque nos necesitamos, ya que Dios no se nos hace presente en la intimidad de nuestra vida privada y oculta a los demás; sino en la mediación del prójima, en la fraternidad de los discípulos de los que Jesús convoca para seguir ofreciendo a nuestro mundo su misericordia y su perdón. Eso significa para el cristiano el estar incorporado a una parroquia, y ésa debe ser su actividad cuya ejecución da prueba de que en ese lugar existe verdaderamente un discipulado y no una simple "asociación religiosa" o un templo esplendoroso.