HORARIO DE MISAS VERANO

DEL 15 DE JUNIO AL 31 DE JULIO

DE LUNES A SÁBADO (excepto Martes): a las 20 h.

DOMINGOS: A las 12 horas
A las 20 horas

DURANTE EL MES DE AGOSTO SOLAMENTE HABRÁ MISA LOS SÁBADOS A LAS 20 HORAS

DESDE EL 2 DE SEPTIEMBRE HORARIO HABITUAL:
a las 19 horas

HORARIO DE ACOGIDA

En los LOCALES PARROQUIALES

(José Andreu Alabarta 1-1ª)

Lunes de 17 A 19,30 horas

Miércoles de 19,30 A 21 horas

En los IGLESIA: De lunes a viernes (excepto martes)

De 18 a 19 horas

domingo, 2 de noviembre de 2014

Ante la Muerte


         Vivimos hoy con la absurda pretensión de olvidar la muerte, de cerrar los ojos a lo evidente e inevitable. Ocultamos la inminencia de la muerte a los demás bajo el pretexto de “no asustarlos”, como si pudiera haber alguien tan necio o tan ciego de creerse indestructible; y la eliminamos irresponsablemente de nuestras preocupaciones, como si esconderla nos preservara de algo. No es serio ni responsable ignorar la muerte. Sin angustia ni aspavientos, como simple reconocimiento de nuestra realidad y como lo que es: el momento culminante y definitivo de nuestra vida.
         Hubo un tiempo en que el pensamiento profundo y la filosofía se practicaba y apreciaba como “preparación a la muerte”, estimándose como la tarea más noble de la persona humana. Y es bien sabido que la piedad de la Edad Media  pedía en su oración verse libre de una muerte repentina, porque esa asunción consciente y plena del momento de nuestra despedida definitiva del mundo material, dotaba de sentido a la persona humana. Nosotros, con el prodigioso avance de la medicina y el desarrollo alcanzado por nuestra sociedad, tendemos a silenciarla y maldecirla, con frustración y desánimo; seguramente porque nos hemos endiosado y pretendemos extraer de nuestra realidad finita el aura de misterio y enigma que envuelve nuestra existencia y parece convocarla a un horizonte de plenitud inalcanzable.
         La vida como muerte. Tal como es. Desgastándonos, deshaciéndonos imperceptiblemente en nuestra corporeidad, en nuestra materia; pero conduciéndonos simultáneamente y a través de esta decadencia hacia una plenitud presentida, adivinada, experimentada desde una profundidad involuntaria a la que nos sabemos entregados.
         La vida como regalo, como recibida y acogida, como no exclusiva ni primordialmente nuestra, como alteridad que hemos de personalizar, como invitación a ponerle nombre, el nuestro; y que ello sea definitivo, sello de autenticidad, de personalidad y de identificación de lo que hemos de llegar a ser.
         La vida siempre inconclusa, abierta a un horizonte que sabemosinfinito, inabarcable, abismal pero amable, irremediablemente atractivo, de una riqueza inagotable mucho más allá de nuestros deseos, superando y rebasando fantasías e ilusiones. Tarea de gigantes y de héroes siempre vencidos, porque no pueden evitar estar hechos de barro humano, de humus, de tierra y sangre.
         La vida que nos convoca a la alegría de sabernos polvo, piezas diminutas de la gran obra del universo y de la historia, prescindibles y necesarios a un tiempo, sin saber la razón profunda de lo uno y de lo otro; pero vibrando apasionadamente cuando colocamos nuestra huella en ese enigma trascendente y real, inalcanzable y próximo.

         Y felices. Felices y agradecidos por la muerte; por esa invitación a sumergirnos en la aventura del misterio. Felices y agradecidos porque Alguien nos reciba en sus manos, ésas que ya sentimos nos están acariciando cada vez que sonreímos o gozamos. Felices por poder un día desprendernos de miserias, de limitaciones y de barro, de nuestros obstáculos terrenos que se deshacen al menor golpe. Felices, aunque sea al precio de vernos desfallecer y debilitarnos, de palpar el fango, nuestro fango. Porque sólo palpándolo, lo sabemos, resucitamos…

La Iglesia de San Isidro del Camí Vell de Torrent fue edificada en el año 1902 "damunt d'un camp de fabes", siendo obra del importante arquitecto de entre siglos Joaquín Mª Arnau Miramón, qúien la diseñó por encargo del arzipreste de Torrente, Salvador Muñoz Alvarez, que hijo de la entonces huerta del Zafranar, después de San Isidro, regaló los terrenos y sufragó el coste de la obra. Desde ese momento actuará como ermita dependiente de la Parroquia de Patraix y en 1941 se elevará a Parroquia de San Isidro Labrador, entrando en 1954 su primer párroco el ecónomo Antonio Tomás Ribes. En 1960 amplía su denominación y pasa a llamarse Parroquia de Ntra. Sra. de los Desamparados y San Isidro Labrador.